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27 marzo 2016

LOS CASTRATI Y LA IGLESIA

Sobre la castración la iglesia se mostró siempre bastante incoherente y ambigua. Si bien condenó esa mutilación y a los que la practicaban, protegió constatemente a los castrati, a tal punto que fue la última en seguir utilizándolos todavía en los albores del siglo XX. Por la abundancia de sus coros de niños cantores, favoreció seguramente la proliferación de los sopranistas, legitimándola en varias ocasiones, pues el canto, fuera cual fuere, permitía servir la gloria de Dios.

Robert Sayer benedictino y moralista inglés afirmaba: "la voz es una facultad más preciosa que la virilidad, puesto que por la voz y el razonamiento el hombre se diferencia de los animales. por lo tanto si para embellecer la voz es necesario suprimir la virilidad, puede hacerse sin faltar a la piedad. Ahora bien, las voces de soprani son tan necesarias para cantar alabanzas a Dios que ningún precio es elevado para adquirirlas".
Luego un jesuita siciliano Tommaso Tamburini(1591-1675) dijo que la castración era legal, "a condición de que no hubiese peligro de muerte y que no se hiciera sin oconsentimeinto del niño".
Las relaciones entre el papado y la práctica de la castración tienen una larga historia, el mundo cristiano de occidente utilizó para su música de iglesia, a niños, falsetistas, respetando así las palabras de la biblia, mulier absit a choro (que la mujer sea alejada del coro). El papado no se vio enfrentado al problema de lso castrati hasta el siglo XVI. A partir de entonces tuvo perfecto conociemiento de su presencia en España e Italia, pero sin confesarlo abiertamente.
La iglesia no permitía el casamiento de los eunucos, y toda solisitud en ese entido debía pasar necesariamente por las manos del soberano  pontífice. El castrato Cortona se había enamorado de una mujer llamada Barbaruccia y deseaba desposarla. Escribió una súplica al Papa, exponiendo que su castración había sido mal hecha (lo que carecía de sentido) y que podía casarse perfectamente. Fue intratable! Inocencio XI leyó la carta y se limitó a escribir al margen: "Qué lo castren mejor".
En el siglo XVIII se observó una evolución en las mentalidades, a despecho de las vacilaciones un tanto hipócritas de Benedicto XIV (1740-1758). En efecto, este Papa creyó oportuno quitarse la mancha de la castración y comenzó a hablar de "un crimen monstruoso del que son víctimas los jóvenes, muchas veces con la complicidad de sus padres". Reconoció que la iglesia conocía muy bien los origenes de los cantante que utilizaba pero, como todos los demás, eludió la eventualidad de leyes represivas contra la castración, ante el éxito universal que cosechaban los castrati.
La ductilidad del los pontífices en cuanto a la teoría de la práctica de la castración permitió igualmente adaptar los cánones de la iglesia al sacerdocio de los castrati, pues muchos sopranistas cuya operación no había dado los resultados esperados se volcaban a la vida religiosa.
Si bien en el siglo XVIII prohibieron la castración, no se atrevieron a excluir a los castrati de la capilla sixtina, ni de los conservatorios. A fin de contener el gusto exagerado por ese donómeno, permitieron que las mujeres cantaran en la liturgia en las partes de soprano y también se las autorizó a subir de nuevo a los escenarios teatrales.
En los años que precedieron al siglo XX el maestro Perosi de la capilla pontificia, luchó denodadamente para que se excluyera definitivamente a los castrati de las filas de su coro. Pero se tuvo que enfrentar a la violenta oposición del sopranista Mustafá, que defendía las últimas prerrogativas de sus semejantes. Pero perosi se salió con la suya y en 1902 León XIII firmó la ordenanza que exluía erremediablemente a los castratti de la capilla pontificia. Por cortesía, no se expulsó como indeseables a los que quedaban; se prefirió dejarles que se fueran solos. Alessandro Moreschi cerró la marcha en 1913, despues de habernos dejado varias grabaciones de su voz.

Lic. Daniel Guzmán MN 8815
Fonoaudiologo 
Cantante Lírico

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